domingo, 3 de mayo de 2009

VI. Pasión




El silencio corría por los pasillos del castillo..

-¿Y bien?

-Hermano.. ¿Hay alguna forma de demostrarte el amor que siento por tí?

Samantha se enrojeció y miró a Rawllet con una mirada inocente.

-Claro que la hay Sam, nuestros besos son el fruto del amor que sentimos mutuamente...

Samantha se levantó del butacón y se sentó frente a la chimenea posando las manos cerca al notar que empezaba a tener frío.

-Hermano, bésame.

Rawllet se sentó junto a ella, le acarició su larga y rubia melena y mirándole dijamente a sus azulinos ojos la besó. Samantha recordaba a su madre cada vez que Rawllet la besaba, era el amor que no recibió de su madre el motivo que le impulsaba a buscar afecto en su amado.

Luego Rawllet, acostó a Sam en la alfombra, y mientras la besaba iba acariciándole suavemente.. La respiración de Samantha aumentaba y cada vez era más fuerte. Samantha estaba nerviosa porque nunca había estado en una situación similar a esa, pero se sentía a gusto, y más si estaba con su querido hermano.

-Sam.. ¿Te ocurre algo?

-No.. Sólo que.. ¿Qué estamos haciendo? Me siento muy bien contigo así...

-Sólo déjate llevar, hermanita. Sabrás que es la felicidad.

Rawllet empezó a excitar a Sam y a retirarle el vestido..

-Hermana, te amo. Me haces sentirme muy felíz.

-¿Por qué hermano? ¿Por qué me haces sentir todo esto? ¿Por qué me haces ser felíz?

Rawllet abrazó a Sam y se inmovilizó por unos segundos, unas lágrimas derramaban su rostro mientras que pensaba que por fín había encaminado sus sentimientos, su madre no podía llegar a ser lo que él quiso, pero su hermana lo amaba, y él la amaba a ella.

-Porque eres.. La mujer de mi vida, y sé que nunca te perderé como me pasó con nuestra madre.

-Hermanito.. Yo quiero que seas el hombre de mi vida, me haces muy felíz.

Aquella noche Samantha descubrió algo precioso junto a su hermano, y se quedaron toda la noche abrazados semidesnudos a la luz de la luna y al calor de la chimenea...

sábado, 2 de mayo de 2009

V. Nostalgia


No paraba de llover...

Samantha recordaba ahora todos los momentos que pasó en esa habitación con su difunta madre y su ahora amado hermano.

-Samanatha, amor.. ¿Estás bien?

Rawllet acercó su cabeza a la de Sam expresando rostro de preocupación al observarla..

-Sí, si.. Sólo que al ver esta habitación, recuerdo a nuestra madre como si aún estuviera con nosotros.. Sus caricias, sus besos, sus abrazos.. Era perfecta Rawllet.

-Lo sé Sam.. Lo sé.. Pero ahora solo estamos tú y yo y aprovecharemos la soledad del castillo que nos dejó nuestra madre para expresar nuestro amor sin escondernos de nada ni nadie. Sam, te enseñaré cosas inimaginables para tu mente, inverosímiles para tus ojos y aterradoramente placenteras para tus oídos.

Rawllet ayudó a Sam a levantarse del suelo y la abrazó como si fuera la última vez que la tuviera entre sus brazos... Después, Rawllet cerró al puerta de la habitación y continuaron hacia el pasillo.

-Samantha, este es el salón principal, es donde comíamos con nuestra madre y nos sentábamos en la alfombra de piel de oso al calor de la chimenea a contar historias en las frías noches de invierno.

-Rawllet.. Tantos recuerdos.. Tantos momentos que me gustaría repetir.. Quiero que todo el amor que sentía por nuestra madre, lo recibas tú.

Samantha abrazó a Rawllet y le susurró al oído:

-¿Serás todo un hombre para mí?

Rawllet perversamente sonrió y le contestó:

-Tú sabrás el hombre que soy, hermanita..

Sam sonrió inocentemente al no saber de qué tema trataba aquella conversación que tan encaminada llevaba Rawllet, pero él sabía que para eso debía esperar...

-Rawllet... Me gustaría salir al jardín.

-Sam, no creo que sea buen momento, está lloviendo muy fuerte ahí fuera y debe hacer frío.

En ese momento los árboles se azotaban con el viento, las exhuberantes plantas quedaban mojadas por la fuerte lluvia y los caballos relinchaban al son de los truenos..

Samantha se acercó a la ventana más grande del salón, se situaba a la izquierda de la chimenea, junto aquel mueblecito que tenía su madre para guardar sus agujas y telas con los que hacía sus largos y aterciopelados vestidos. Separó la cortina y miró el jardín con deseos de estar en él, luego cerró la cortina y se sentó mirando hacia abajo en el butacón central de la chimenea.

-Hermana, ¿Te gustaría que encendiera la chimenea y nos quedaramos un rato en el salón?

-Sí.. Tengo algo que contarte Rawllet...

Rawllet encendió la chimenea y se sentó en el butacón que se situaba al lado de Sam.

-Dime, princesa.