sábado, 2 de mayo de 2009

V. Nostalgia


No paraba de llover...

Samantha recordaba ahora todos los momentos que pasó en esa habitación con su difunta madre y su ahora amado hermano.

-Samanatha, amor.. ¿Estás bien?

Rawllet acercó su cabeza a la de Sam expresando rostro de preocupación al observarla..

-Sí, si.. Sólo que al ver esta habitación, recuerdo a nuestra madre como si aún estuviera con nosotros.. Sus caricias, sus besos, sus abrazos.. Era perfecta Rawllet.

-Lo sé Sam.. Lo sé.. Pero ahora solo estamos tú y yo y aprovecharemos la soledad del castillo que nos dejó nuestra madre para expresar nuestro amor sin escondernos de nada ni nadie. Sam, te enseñaré cosas inimaginables para tu mente, inverosímiles para tus ojos y aterradoramente placenteras para tus oídos.

Rawllet ayudó a Sam a levantarse del suelo y la abrazó como si fuera la última vez que la tuviera entre sus brazos... Después, Rawllet cerró al puerta de la habitación y continuaron hacia el pasillo.

-Samantha, este es el salón principal, es donde comíamos con nuestra madre y nos sentábamos en la alfombra de piel de oso al calor de la chimenea a contar historias en las frías noches de invierno.

-Rawllet.. Tantos recuerdos.. Tantos momentos que me gustaría repetir.. Quiero que todo el amor que sentía por nuestra madre, lo recibas tú.

Samantha abrazó a Rawllet y le susurró al oído:

-¿Serás todo un hombre para mí?

Rawllet perversamente sonrió y le contestó:

-Tú sabrás el hombre que soy, hermanita..

Sam sonrió inocentemente al no saber de qué tema trataba aquella conversación que tan encaminada llevaba Rawllet, pero él sabía que para eso debía esperar...

-Rawllet... Me gustaría salir al jardín.

-Sam, no creo que sea buen momento, está lloviendo muy fuerte ahí fuera y debe hacer frío.

En ese momento los árboles se azotaban con el viento, las exhuberantes plantas quedaban mojadas por la fuerte lluvia y los caballos relinchaban al son de los truenos..

Samantha se acercó a la ventana más grande del salón, se situaba a la izquierda de la chimenea, junto aquel mueblecito que tenía su madre para guardar sus agujas y telas con los que hacía sus largos y aterciopelados vestidos. Separó la cortina y miró el jardín con deseos de estar en él, luego cerró la cortina y se sentó mirando hacia abajo en el butacón central de la chimenea.

-Hermana, ¿Te gustaría que encendiera la chimenea y nos quedaramos un rato en el salón?

-Sí.. Tengo algo que contarte Rawllet...

Rawllet encendió la chimenea y se sentó en el butacón que se situaba al lado de Sam.

-Dime, princesa.

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